Versos Desnudos
Ediciones Alondras, Montreal, 2015
Yolanda Duque Vidal

Presentación por Carmen Berenguer.

Este libro de la autora Yolanda Duque Vidal, es un poemario que nos habla de versos, pero versos desnudos. La lectura de estos versos me convoca a los epigramáticos versos de autores como Catulo, Cardenal entre otros autores relevantes.
Me remiten no solo por ese molde como mármol que señala una mesura. Y sí; decir lo máximo en una forma cerrada, tercetos al mentón del lector.
Uribe epigramático. Hay que tener muñeca firme para atreverse a dar estos golpes secos.
Bien, los versos desnudos de la poeta Yolanda Duque Vidal, proponen así mismo, una lectura desnuda que traspasa el velo de cualquier argumentación que significa tapar o trastocar lo que la misma autora enuncia.
Desde el soneto, tercetos, duetos, cuartetas o sextinas fueron formas en la poesía, como lo mejor del siglo de oro, Góngora, Quevedo, Lope de Vega, etc. ¿‘Te eligieron los dioses para entrar en mi reino?” sin duda un legítimo alegato al derecho a lo íntimo, lo personal, pág. 9, quién podría hacerlo en dos versos, en una exquisita síntesis que es la clave de la poesía, pues tan rotunda y enigmática en sí misma, realizada en dos versos como el arte de lo minimal. La poeta, editora y autodidacta en literatura Yolanda Duque Vidal maneja con destreza estas formas y figuras literarias.
El poemario está estructurado en tres partes. En cada de sus partes son movidas por los juncos en la primavera, suaves, imperceptibles y deslices. “Llora un violín en una esquina de la tarde” pág. 38, allí mismo, o esa misma noche de recuerdos, “La sangre del infortunio/deja huellas profundas/ en las páginas de la historia”.
“Gemidos de hojas muertas/entran en los oídos de la tarde” pág. 30.
Son coplas de amor y paz, al no poderlas cantar a viva voz! Es el comienzo de un profundo canto a un amor prohibido, es un canto al amor que se quedó en un enjambre de lo que termina por ser un relato de racontos y vericuetos, de amores y desamores, nostalgia por la pérdida de lo soñado.
Están cantadas efectivamente en el consuelo de haberlas vivido, en todos los infinitos espacios que los contiene: consuelo, intriga, pasión, dolor, bellamente, acopladamente en una inminencia de lo místico.
“¡A quién decirle cuánto nos amamos /si ya nadie cree que existan milagros!”, “¡Ay, cuando cantas, / bajan los ángeles del cielo/ tiembla la tierra y vibran/ todos mis cimientos!” pág. 15.
En la tercera y última parte, los poemas dejan las coplas, la exaltación en las formas, y se adviene a un cántico desolado e intrigante al amor, a la memoria de los ojos, a lo que vio, a la noche, a la luna, a las palabras, a un panteísmo delirante y sentido del amor como quimera, sueño en el poema “No saben nada de ti”, doble sentido de este canto, no saben nada porque, no tienen por qué saberlo, no obstante, su pregón y no saben nada, porque es un amor oculto y en ello la intriga de ¿a quién se dirigen estos poemas de amor? Al amor en general, al amor en particular, deja la duda, o a la revelación oculta de lo que es el amor, especialmente en tiempos que no solemos dedicarle una migaja de tiempo a un tema por lo demás difícil, porque tenemos cultores de este género tremendos y grandes como son nuestros Neruda y Mistral, y no solamente por ellos, sino por los tiempos tan materiales de hoy día.
Por ello, porque para amar se necesita tiempo, tan esquivo en los días que corren encargados de la soberbia y estulticia.
Por esto, saludo con agrado estas coplas del amor desnudo a lo Quevedo, formas del amor y sin adornos.

Carmen Berenguer.

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Etiquetas: Duque, Vidal, Y.
Álbumes: ARCHIVO DE PRENSA
Ubicación: El Mundo

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